DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN A LAS RECETAS DEL FMI
(Luis Agüero Wagner)
El sinuoso proceso electoral paraguayo que en poco más de un mes llegará a su punto culminante, arrancó con el insólito espectáculo de falsos izquierdistas, revolucionarios financiados por la CIA , colorados, liberales, oviedistas, febreristas, comunistas y luguistas independientes luchando con fiereza por embanderarse con el “socialismo del siglo XXI”. La denominación más acertada hubiera sido la de “Oportunismo del Siglo XXI”, dado que con el correr de las semanas, las posturas fueron sacándose las máscaras, hasta llegar a descubrirse que en realidad la mayoría de quienes se proclamaban izquierdistas eran en realidad empleados de la embajada norteamericana de Asunción.
Se trataba de aprovechados receptores de dólares de USAID, IAF y otros organismos de penetración imperialista, administrados por el principal líder de la oposición paraguaya, el embajador de los Estados Unidos James Cason.
El dinero que terminaba en el proselitismo era puesto en circulación bajo la forma de supuestas donaciones a organizaciones no gubernamentales. Algunos de los más destacados dirigentes que acompañaron desde el inicio al obispo, como Camilo Soares o Guillermina Kanonikoff, se cuentan en la lista de izquierdistas financiados por George W. Bush de acuerdo a este esquema.
Al conocerse en el mundillo político las verdaderas fuentes de financiación del obispo Fernando Lugo, a quien sus publicistas presentaron como un supuesto teólogo de la liberación y apodaron con el oportunista apelativo de “obispo de los pobres”, empezaron a dar la cara los verdaderos dueños del negocio. Hoy el candidato de Dios y de la “izquierda” aparece en público sin inhibiciones cercado por senadores de ideas neoliberales como Carlos Mateo Balmelli oAlfredo Jaegli, este último un gran admirador del ex presidente argentino Carlos Menem.
El partido Liberal que lo candidata a la presidencia de la república, es el único que queda en la región con suficiente coraje para utilizar dicha denominación, y la única corriente con la que podría compararse es con la del partido Liberal de Nicaragua. Así como su homónimo centroamericano impulsó en la tierra de Sandino la dictadura de los Somoza, en Paraguay el Partido Liberal inauguró la dinastía de dictadores militares bendecidos por Washington en 1940, con el general J. Félix Estigarribia.
En el mismo contexto de su dramático viraje hacia la derecha, intentando congraciarse con la oligarquía ganadera y agro exportadora, ahora los partidarios del presunto capellán paraguayo de las FARC anuncian el retorno del agente del Fondo Monetario Internacional Dionisio Borda, quien impuso impuestazos por indicación de las gemelas de Bretton Woods en los primeros meses del gobierno al que los opositores que lo rodean dedican todos sus dardos, el del presidente Nicanor Duarte Frutos.
¿En qué consiste y qué misteriosas razones estimularon los súbitos vuelcos y polarizaciones entre las fuerzas que se miden en las elecciones paraguayas del 20 de abril, para que los arrancaran desde la izquierda terminaran posicionados en la derecha y vice-versa?
Estos intempestivos cambios a contracorriente empezaron produciendo el milagro de que el Partido Colorado, eterno socio menor del imperialismo yanqui-brasilero y puntal de las dictaduras neo-nazis y anti-izquierdistas de Higinio Morínigo en adelante, dé un dramático vuelco hacia el “socialismo humanista” en su última Convención.
El senador paraguayo Martín Chiola, quien anteriormente recorría las unidades militares para arengar a las tropas en contra de la amenaza bolchevique y el castrismo, de pronto apareció dispuesto a reemplazar todos sus retratos con el dictador anticomunista Alfredo Stroessner que coleccionó en el transcurso del tiempo, por su foto junto al líder revolucionario cubano Fidel Castro. Y todo eso por obra y gracia del socialismo del siglo XXI, ni más ni menos.
En contrapartida quienes afirmaban desde las carpas del Obispo Fernando Lugo ser unos furiosos guevaristas, de pronto empezaron a mostrase tibios y vacilantes con respecto a temas vidriosos como Hugo Chávez o Evo Morales, temerosos de perder el apoyo de la prensa subsidiaria de la CIA y de la USAID , o los dólares de las ONGs fantasmas que desviaron hacia el electoralismo. Frente a esta actitud dubitativa, sus adversarios del oficialismo colorado empezaron a ovacionar a su líder Nicanor Duarte Frutos tocado con una boina roja al estilo de los paracaidistas de aquella ribera del Arauca, a denostar en la misma ONU contra las políticas del imperio con más virulencia que el canciller cubano Pérez Roque, mientras pellizcaban dólares a Taiwán sólo para demostrar que nadie es perfecto en la vida.
La adhesión al socialismo del siglo XXI había cautivado incluso a los propagandistas de George W. Bush como Ricardo Canese, quien había llegado a defender en sus artículos la iniciativa reciente del campeón mundial del antiterrorismo de convertir los alimentos en combustible, aún a riesgo de incrementar el peligro de una hambruna mundial masiva, sin por ello dejar de ser un socialista del siglo XXI a carta cabal.
Para él no había entonces nada incoherente en ser un zurdo convencido y promocionar las ideas de un personaje con tales niveles de inconciencia como para amenazar a la humanidad con una Tercera Guerra Mundial, que esta vez sería con armas atómicas.
El Socialismo del siglo XXI aparecía tan carismático que hasta el neoliberal Alfredo Jaeggli ensayaba su mejor sonrisa para minimizar los límites ideológicos que separaban a éste del liberalismo de Locke, Smith y Friedman, e incluso visitaba al embajador cubano para solicitarle becas. La plana mayor del conservador partido Liberal se mostraba dispuesta a vestirse con la camiseta del Che Guevara, emulando a su correligionaria Elba Recalde si fuera necesario, para no importunar a los adherentes de tan magnética corriente de pensamiento.
El liberal de derechas Federico Franco se fotografiaba tomado de la mano con el guevarista Camilo Soares, agitando una bandera roja con el rostro del Che, mientras caían las serpentinas sobre ambos y el público vibraba haciendo hurras al socialismo del siglo XXI, una ideología capaz de unir por la misma causa a Sharon y Arafat, a Joseph Ratzinger y Leonardo Boff. Todo era paz y amor gracias a la utopía que había acabado con la historia en forma más expeditiva que el libro de Fukujama, mientras lo seguidores del capellán paraguayo de las FARC tenían esperanzas de contar con el recurso de la billetera petrolera, y asediaban la embajada de Venezuela con pedidos de solidaridad.
La cosa empezó a cambiar cuando el gobierno de Nicanor Duarte Frutos estrechó sus lazos con el gobierno bolivariano y la oposición se acercó al embajador James Cason. Hábiles pescadores en río revuelto, agentes del consenso de Washington y enemigos declarados del MERCOSUR fracasaron así en su intento de hacerse pasar por "izquierdistas" para alcanzar el poder en Paraguay, en ancas del impulso de izquierdas y el Socialismo del siglo 21, dejando las críticas y aplausos en bandos equivocados. Y ratificando una vez más el viejo adagio de que entre la derecha y la izquierda, lo único que existe es una comedia.
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