lunes, 20 de septiembre de 2010
LA IMPOSTERGABLE RENUNCIA DE FERNANDO LUGO
La polémica en torno a los abusos sexuales de niños por parte de miembros de la Iglesia alcanzó a principios de este año matices insospechados: un grupo de ciudadanos, agrupados bajo el nombre de "Protest the Pope" se manifestó frente a la catedral católica de Westminster en Londres y pidió la renuncia del papa Benedicto XVI. Lo acusaron de haber encubierto los casos cometidos por los párrocos irlandeses conocidos a principios de año.
Al pedido se sumaron los teólogos de la asociación española Juan XXIII, los cuales creen que el pontificado de Benedicto XVI “está agotado”, porque el Papa “no tiene edad ni mentalidad para responder adecuadamente a los graves y urgentes problemas que hoy tiene que afrontar la Iglesia católica”.
Así consta en una declaración difundida en abril por la Junta Directiva de esta Asociación con motivo del quinto aniversario del pontificado de Benedicto XVI.
La declaración, que expresó su apoyo a la “Carta abierta a los obispos católicos del mundo”, recientemente publicada por el teólogo Hans Küng, reclamó al Pontífice que pida perdón públicamente “por el encubrimiento y complicidad del Vaticano, así como de no pocos episcopados, en los casos de abusos sexuales” en los que se han visto implicados obispos, sacerdotes y religiosos.
El movimiento católico progresista alemán "Iniciativa Iglesia desde abajo" (IKvu) se sumó a los reclamos, y también pidió la renuncia del papa Benedicto XVI debido al caso de abusos sexuales surgido en Alemania.
"Sería un gesto purificador si Ratzinger dijera: ´Soy un obstáculo a la purificación de la Iglesia. Renuncio", sostuvo el director del movimiento, Bernd Goehrig.
En el mismo contexto, los científicos Richard Dawkins y Christopher Hitchens incluso pusieron en marcha una campaña en favor de la detención del papa Benedicto XVI.
A estos pedidos se sumó incluso un sacerdote católico, quien reiteró sus pedidos en sus homilías.
James Scahill, de la parroquia de Saint Michael en EastLongmeadow, en el Massachusetts, dijo que "existen fuertes dudas sobre lo que el Vaticano sostiene que sabía sobre los casos de abusos".
Si el Papa y los obispos no sabían, agregó, el pontífice "tendría que dimitir por completa ignorancia, incompetencia e irresponsabilidad".
Un vocero de la diócesis de Springfield, a la que pertenece la parroquia de East Longmeadow, se apresuró a tomar distancia de los comentarios del sacerdote, subrayando que "no reflejan la posición de la diócesis, ni del obispo, ni de sus sacerdotes".
El papa Benedicto XVI no se inmuta por los pedidos, pero sí acepta renuncias ajenas, como la del obispo de Cloyne, en Irlanda, John Magee, por su implicación en los casos de curas pederastas en ese país. Algo a lo que sí el pontífice tuvo el coraje de renunciar fue al título de “Patriarca de Occidente”, alivianando sus responsabilidades y acortando algo sus merecimientos, que se redujeron sólo a “"obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor del príncipe de los Apóstoles, sumo pontífice de la Iglesia universal, primado de Italia, arzobispo-metropólita de la provincia romana, soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y siervo de los siervos de Dios".
FERNANDO LUGO
Otro que pretende atarse a su silla a pesar de sus notorios fracasos, bochornos y una grave enfermedad es el cura Fernando Lugo, actual presidente de Paraguay.
El deteriorado aspecto de Fernando Lugo ya concitó la atención de los periodistas al aparecer en público hace unos días usando una gorra sobre su cabeza rapada, cambio de aspecto atribuido a la quimioterapia a la que está siendo sometido por su cáncer. Ya son varias las oportunidades en que el malestar le impide cumplir con sus compromisos de gobernante, y las jornadas en que no puede asistir a cumplir con sus obligaciones.
Los exámenes que le realizaron en el hospital Sirio-Libanés de Sao Paulo confirmaron que Lugo padece de linfoma, un cáncer que le apareció en los ganglios de la ingle y que se extendió al tórax y a una región ósea de la columna vertebral.
En medio de rumores sobre una posible sucesión de su mandato, se sometió la semana pasada a su segunda sesión de quimioterapia, que ya va dejando huellas visibles como una mancha oscura en la mejilla, además de la consabida pérdida de pelo y ánimo.
LÍDERES POLÍTICOS ALZAN PROGRESIVAMENTE SU VOZ
Dijo Thomas Hobber que el que renuncia a un derecho solamente se quita de en medio para poder gozar del mismo sin impedimento de su parte, y tal parece lo que buscan los principales actores de la política paraguaya, sin importar si se encuentran en el gobierno o la oposición.
Una tensa calma marca el compás de espera para una inminente renuncia del cura Fernando Lugo a la presidencia, por motivos de salud, que se hace tan difícil como si se tratara de una dimisión Papal. Progresivamente, más voces se van sumando para pedir a Lugo que abandone el cargo, de tal suerte a seguir un tratamiento como corresponde a su grave enfermedad.
El presidente Fernando Lugo tiene que dar un paso al costado y permitir a su vicepresidente, Federico Franco, que gobierne, dijo claramente esta semana el líder opositor Lino Oviedo.
El influyente referente de la política asistió una misa en Caacupé, para recordar el tercer aniversario de su liberación de la cárcel militar de Viñas Cue, el 6 de setiembre de 2007, y en el lugar realizó estas declaraciones.
Previamente, el líder de la bancada de senadores del PLRA –partido que apuntala el gobierno de Lugo- se pronunció en el mismo sentido.
Existe un consenso unánime en que Lugo debe abandonar el cargo para dedicarse a luchar contra su enfermedad, pero los cortesanos que se benefician con su permanencia en el cargo no lo permiten, y el mismo interesado se aferra con uñas y dientes, aunque ya no le queden pelos, haciendo honor a la tradición nacional.
No en balde el diccionario de “paraguayología” del estritor paraguayo Helio Vera define a la renuncia como la “denominación oficial que se da a la salida de un alto funcionario que ha sido echado de su cargo a puntapiés”.
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