Cuando Barack Obama recibió el Nobel de la Paz en Oslo, Noruega, en su discurso dijo que en algunas ocasiones, hay que ir a la guerra para poder mantener la paz. La reflexión del presidente norteamericano llevó a muchos a preguntarse si estaba ejemplarizando la figura literaria del oxímoron en la retórica.
Dijo José Narosky que un éxito inmerecido semeja una medalla encontrada, y la comparación cierra el círculo cuando ambas cosas suceden sobre todo en la política, donde la ley del número hace que accedan al gobierno personajes de manera inmerecida, que luego encuentran su camino sembrado de medallas.
El comentario viene al caso por la costumbre que tienen los gobernantes latinoamericanos de entregarse distinciones entre sí, sin merecimiento alguno.
MEDALLA ENCONTRADA POR EL CURA
"Condecoran a Fernando Lugo con el “Grado de Gran Cruz” del Perú" afirmaban los titulares paraguayos, citando como fuente a la SICOM.
Lo que no se mencionaba eran los antecedentes de la distinción. El cura Fernando Lugo recibió de manos de Alan García, -hombre del imperio en Sudamérica, si los hay- la misma condecoración que recibió Augusto Pinochet en 1977.
"En su calidad de militar fue condecorado con las siguientes distinciones: medalla por 10, 20 y 30 años de servicio; Orden al Mérito en el grado de Gran Cruz del Perú en 1977" dice el currículum del dictador chileno.
Algo más de lo cual puede vanagloriarse el "glorioso" cura con hijos, veteranos de mil batallas con el bochorno.
TAMBIÉN NORIEGA
Otro personaje que fuera ayer condecorado en una de estas fanfarrias, hoy ha terminado en las cárceles del mismo estado que lo honrara con homenajes de esta índole.
Se trata de Noriega, sentenciado a largos años de prisión en Francia.
En 1980, a raíz de la muerte brutal del presidente de Panamá, Omar Torrijos, Manuel Antonio Noriega se convirtió en uno de los hombres más temidos de su país. Fue director de los servicios secretos y en 1984 asumió el cargo de jefe de las fuerzas armadas. Era, de facto, el hombre del poder en su país.
Sus relaciones con Francia también eran cordiales. En 1987, dos años antes de que se proclamara presidente de Panamá, Manuel Antonio Noriega recibió el máximo premio honorífico del gobierno francés: la Legión de honor, en tiempos del socialista Mitterrand.
“Es anecdótico, pero es sintomático de las amistosas relaciones entre Panamá y Francia en aquella época”, recalcó el abogado Leberquier.
La Legión de honor galardona a franceses o extranjeros por “favores a la nación”. ¿Qué tipo de favores hizo Noriega a Francia en los años ochenta para que el ministro de Relaciones Exteriores galo de la época otorgara el premio a Noriega?
En varias ocasiones, Francia dio el premio a extranjeros para fortalecer sus relaciones diplomáticas, sin considerar la virtud moral del jefe de Estado. Fue así como Nicolae Ceauşescu, dictador rumano, recibió la Legión de honor en 1978.
En el caso de Noriega, el semanario político y satírico francés Le Canard enchaîné, recuerda que “Noriega siempre era tratado con mucha cortesía por los embajadores franceses en Panamá. (…) Noriega cerraba los ojos sobre el tránsito, por el canal de Panamá, de los convoyes nucleares hacia las islas francesas de Mururoa, en el Pacífico”.
Los magistrados franceses que investigaron a Noriega por lavado de dinero subrayaron precisamente la cercanía que “cara de piña” afirmaba tener con las autoridades francesas.
A raíz de una visita al panameño a su cárcel estadunidense para interrogarlo, los magistrados galos relataron que “(Noriega) tenía una fotografía donde se veía con el general Lacaze, entonces jefe de Estado Mayor francés. Noriega indicaba que viajaba a Francia para comprar material, aviones y armas”, revela el semanario L’Express en su página web.
En cuanto a compra de armamentos, el cura con hijos Fernando Lugo ha estrechado vínculos con el colombiano Alvaro Uribe, a quien ha hecho abundantes adquisiciones de material bélico, antes de proclamarse anti-belicista en Lima, durante su histriónica aparición junto al aprista pro-yanqui Alan García.
TRAGOS DE GLORIA
Decía Balzac que la gloria es un veneno que debe tomarse en pequeñas dosis, aunque su consejo no sea muy escuchado por quienes no llevan mucho tiempo en oscilar de la gloria al infierno.
Pinochet lo entendió cuando fue arrestado en Londres, Noriega cuando sus propios aliados de otrora invadieron su país para llevarlo a una prisión norteamericana. De ahogarse en vino, la juerga acabó en ambos casos con un muy mal trago.
Para el cura Fernando Lugo, sin embargo, pareciera regir una norma que se estableciera en una oportunidad Fellini, cuando afirmara que un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y , como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador.
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